Orar es conversar con Dios, hablar con nuestro Padre Celestial, para adorarle, alabarle, darle gracias y pedirles toda clase de bendiciones.
Orar es hablar con Dios para manifestarle nuestro amor, tributarle el honor que se merece, agradecerle sus beneficios, ofrecerle nuestro trabajo y sufrimientos, pedirle consejos, confiarle las personas que amamos, los asuntos que nos preocupan y hasta desahogarnos con Él.
Este conversar con Dios debe ser con sencillez y naturalidad. Hablarle con nuestras propias palabras, porque Él conoce nuestro interior, sabe muy bien como somos y lo que necesitamos. Además de la oración espontánea podemos usar oraciones ya compuestas como lo son las oraciones escritas por los santos.
También podemos repetir pequeñas frases o jaculatorias. Una jaculatoria que suelo usar con mucha frecuencia es; "Ven Espíritu Santo y envía desde el Cielo un rayo de luz."
La oración no es una mera conversación que se queda en palabras (o no de ser). Tiene que ser una conversación profunda y sincera donde disponemos de todo nuestro ser a Dios en forma oblativa.
También podemos repetir pequeñas frases o jaculatorias. Una jaculatoria que suelo usar con mucha frecuencia es; "Ven Espíritu Santo y envía desde el Cielo un rayo de luz."
La oración no es una mera conversación que se queda en palabras (o no de ser). Tiene que ser una conversación profunda y sincera donde disponemos de todo nuestro ser a Dios en forma oblativa.
La oración debe incluir:
* Adoración - reconociendo la grandeza y majestad de Dios.
* Alabanza - por su infinita bondad y misericordia.
* Ofrecimiento incondicional - para realizar la voluntad del Señor.
* Súplica de perdón - reconociendo la pequeñez del que ora y las ofensas que hayamos cometido
ante Dios y los hermanos.
* Acción de gracias - por todas las bendiciones y favores recibidos.
* Petición humilde - para obtener la gracia (santificante o actual) y para adquirir de parte de Dios
los favores en nuestras necesidades.
Para hablar con Dios no es necesario pronunciar palabras materialmente. Se puede hablar también sólo con el corazón. La oración no se aprende sale sola. Lo mismo que no se aprende por si solo a caminar. Hay que ir dando paso a paso y muchas veces tomados de la mano. La oración por excelencia sale espontáneamente del corazón que ama a Dios.
La oración debe hacerse con atención, reverencia, humildad, confianza, fervor, perseverancia y con aceptación a la voluntad divina. Hay que hacerla con fe muy firme de que si conviene, Dios concederá lo que pedimos; pero no podemos anteponer nuestra voluntad a la de Dios. Esto sería una irreverencia y hace nuestra oración completamente estéril.